En agosto de 2013, la paz mundial estuvo al borde del abismo. EE UU amenazaba con un ataque inminente contra el régimen sirio, como respuesta a una masacre provocada por armas químicas que Rusia había proporcionado al ejército, según el jefe del Pentágono. Los rusos, aliados y protectores del gobierno sirio, respondieron con amenazantes advertencias y con un inédito despliegue naval; la excusa era evacuar a los trabajadores rusos, pero no necesitaban para ello desplegar el crucero de misiles Moskvá, apodado por la OTAN el asesino de portaaviones. Militares y analistas rusos, sirios, iraníes y chinos, pero también europeos y norteamericanos, advertían que, si se producía el ataque, la situación podría ir degenerando en un conflicto mundial de consecuencias impredecibles.
Esa situación de tensión internacional extrema se alivió debido a un lapsus del secretario de Estado John Kerry, aprovechado por la diplomacia rusa para pedir al gobierno sirio que mostrase y destruyese todo su arsenal químico. Casi simultáneamente, el nuevo presidente de Irán –estrecho aliado del régimen sirio– manifestó la intención de negociar con EE UU su programa nuclear… Éste y otros imprevistos desactivaban momentáneamente un conflicto internacional con muchas motivaciones ocultas: desde ser un parche a la crisis económica global hasta asegurarse el control y transporte de las principales fuentes de petróleo y gas, pasando por masacrar al chiísmo y seguir manipulando a los yihadistas suníes, puesto que ambos amenazan a Israel y a Arabia Saudí. Así se entiende que ésta, junto a Qatar, esté financiando y armando a los rebeldes sirios y a los yihadistas que les auxilian, al igual que lo hicieron con los muhaidines que combatían a los rusos en Afganistán y luego fueron reciclados en torno a la marca Al Qaeda, contando siempre con el apoyo de EE UU. Lo que pocos medios occidentales cuentan son las atrocidades que muchos de estos mercenarios están cometiendo contra la población civil y los militares, comenzando por el gas sarín que proporcionaron a rebeldes para que provocaran una masacre atribuible al gobierno y acabando por devorar corazón e hígado de sus enemigos antes las cámaras… Es a estas bestias, sanguinarias y crueles –tan fundamentalistas, anti-cristianas y brutalmente represoras de lo femenino como sus financieros–, a quienes pretenden ayudar las potencias occidentales.
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